ENTRAR A LA CASA DE JORGE HOLGUÍN

Entrar a la casa de Jorge Holguín en la calle de Steen Blichers, cerca del parque de Frederiksberg en Copenague era toda una experiencia. Allí, en el jardín salvaje o en el inmenso estudio, a cualquier hora del día o de la noche, se encontraba uno con personajes de todas las nacionalidades, de todas las especies, sexos, edades y colores. Pinturas, fotografías, libros y papeles, montones de cassettes con música y videos, abarrotados en los muebles y ocupando todos los rincones; plantas, flores y loros de tela, un biombo dorado de papel de arroz, una diosa hindú de madera transparente, un mueble japonés con compartimentos secretos, una Torah de Israel, dibujos y telas de los indios canadienses, cerámicas, una lámpara de caracoles, una escultura de «la mano poderosa» y un telón de las montañas de su país Colombia. Lámparas y velas.

Comidas, jugos y licores colombianos. Jorge era escritor y coreógrafo, tenía una compañía de teatro con la que se presentó por todo el mundo, pintaba y hacía fotografía, todo le interesaba. Sus amigos y su público disfrutaban de su inagotable sentido del humor, que lo hacía encontrar algo gracioso en medio de cualquier hecho trágico, inclusive dentro de las penalidades de su propia enfermedad. Había nacido en Bogotá, Colombia, bajo el signo de Capricornio en el año de 1953, fue matemático y profesor de la Universidad Javeriana, vivió ocho años en Canadá, allí obtuvo dos grados en la Universidad Simon Fraser de British Columbia, escribió para el periódico «The Peak» y fundó su compañía de teatro con la bailarina canadiense Kathryn Ricketts.

Luego viajó a Europa y se encantó con los canales y el sol de verano de Copenague, donde se quedó hasta que le llegó la muerte en plena juventud, en noviembre de 1989. Los últimos años de su vida, ya gravemente enfermo no pudo continuar bailando las obras de teatro-danza que el mismo coreografiaba y dirigía, entonces atado a una silla de ruedas se hacía colocar frente a la computadora a escribir la historia de su enfermedad «Pafi, el virus y yo», o frente a su mesa de dibujo a crear aventuras para su personaje «Giorgio», cuyo segundo libro, editado en los Estados Unidos hemos tenido el placer de presentar recientemente.